jueves, 28 de enero de 2010

El caso Molano y el error de los Araujitos


Escarbando - Columna de opinión en El Espectador, 28 de enero de 2010

por María Teresa Herrán

MAÑANA VIERNES A LAS 9 DE LA MAÑANA, de no postergarse de nuevo la audiencia, estaremos en el juzgado 4 penal municipal (Paloquemao, bloque C) acompañando física o simbólicamente a Alfredo Molano quienes creemos que a la opinión, salvo excepciones legales y desarrolladas por la jurisprudencia, no hay que judicializarla ni condenarla.

Si fuera cierto lo que alegan los Araujitos del clan (y empleo el diminutivo porque son jóvenes, “no va y sea” que me coloquen otra denuncia penal), toda opinión sobre cualquier tema de análisis social sería objeto de judicialización por calumnia. En cuanto a la injuria, no daría abasto el poder judicial en un país de bocones y grosero como el nuestro, en el que, además, a cualquiera se le llama “terrorista“. Y más ahora cuando, según el gran “hallazgo” de la Inseguridad democrática, se le daría a los estudiantes la misión pagada de “informar” sobre personas sospechosas para el régimen.

Expresar libremente sus opiniones sólo tiene el límite impuesto por la actitud responsable de quien opina. El error que cometieron estos novatos fue creer que Alfredo Molano es un irresponsable. Tal vez no han leído ninguno de sus libros, ni se percataron de esa minuciosa hormiga que es como investigador. Describir la endogamia política y el nepotismo no es un delito sino que, por el contrario, previene el delito y fortalece la madurez ciudadana.

Aunque sucede en otras regiones del país, en el caso del Cesar no sólo Molano, sino ese muy buen escritor que es Alonso Sánchez Baute, han mostrado las causas sociales, como el nepotismo y la endogamia, que terminan por producir y enfrentar a un Jorge 40 y a un Simón Trinidad.

Las denuncias temerarias tienen a veces mayores efectos e impactos simbólicos que las causas sociales de la injusticia; pueden ser un instrumento de ataque político como la que entabló el Presidente de la República contra el magistrado Velásquez, en una estrategia que busca minimizar lo importante y magnificar lo subsidiario.

Mucho depende entonces de lo que suceda mañana y de lo que luego falle el juez, en un proceso que lleva tres años.


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