Por María Teresa Herrán
El Espectador, Miércoles 23 Abril 2009
Es mal llamada "Libertad de Prensa". Lo audiovisual, lo digital y el papel son tecnologías y vehículos de la libertad de opinar, y del derecho a informar y a ser informado.
No es lo mismo opinar que informar, aunque también son grandes las exigencias de rigor para los opinadores y, en la era de la interactividad, para los llamados ahora "usuarios" más que "receptores", sobre todo en internet.
Cuando un usuario se limita a enviar un correo insultante o a argumentar con groserías, pierden credibilidad sus opiniones. Cuando un columnista calumnia o injuria, también pierde credibilidad y, en ambos casos, pueden ser demandados por calumnia e injuria. Siempre y cuando, por supuesto, se identifique al autor.
Pero hay otra cara de la moneda: cuando el recurso a los estrados judiciales se vuelve una (mala) costumbre. Y eso ha sucedido en el caso del columnista Alfredo Molano, denunciado penalmente por Araujitos (y cuando lo escribo así, soy libre de expresar mi opinión) en un proceso cuya audiencia pública final era ayer, pero fue pospuesta por solicitud de los Araujitos al conocerse el llamamiento a juicio de los célebres Araújos, padre e hijo.
La simple lectura del artículo de Molano lleva a la conclusión de que allí no hay ni calumnia ni injuria, sino una fuerte crítica social al poder regional de los clanes, a la corrupción electoral, al descaro y a la insensibilidad de una tradicional dirigencia.
Pero ¿qué pasa si el juez condena a Molano? ¿Qué habría pasado si
¿Qué pasaría si nos atuviéramos a lo que nos dicen los funcionarios, empezando por el propio Presidente? ¿Qué pasaría si Daniel Coronel y su equipo de Noticias Uno no se hubieran tomado el trabajo de investigar el caso de
Desde luego, ni un columnista ni un reportero son jueces. Pero tanto de su labor periodística como de la de los jueces depende construir democracia o volverla una simple mentira.
mariateresaherran[arroba]hotmail.com
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